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40 cosas que dejan sentir el peso de los treinta y tantos
Por Javier Carlo
Foto de: Alberto Uc.
Fecha de publicación: 3 de octubre de 2012
Si hay un grupo al que le ha pegado la velocidad con que vivimos actualmente, esos son los treintañeros. Las 4 décadas –años más, años menos– que en promedio han vivido, han sido completamente distintas una de otra, lo que ha incorporado gran cantidad de cambios drásticos y significativos a su dinámica de vida, y a los cuales han tenido que adaptarse.
A diferencia de otras generaciones, los cambios “no estaban ahí” cuando nacieron, ni tuvieron la disyuntiva de aceptarlos o no, o de irlos adoptando poco a poco, como ha ocurrido, por ejemplo, con los adultos mayores. Los cambios marcaron su existencia y había que montarse en ellos, fenómeno que trastocó –con todo– su percepción acerca del ritmo con que transcurre la vida.
A los treintañeros se les ha adelantado el tiempo más de una década: lo que había que lograr casi a los 60 años, ahora lo están viviendo a lo largo de sus treinta y tantos, de sus cuarenta; cerrando y abriendo nuevos ciclos, otras pautas de vida en las que prácticamente son pioneros.
Dejando por un momento los aspectos global, histórico y macro ambientales, estos cambios han impregnado sus dimensiones personal, familiar y social, así como todas sus actividades, gustos e intereses; de tal forma que uno de treinta está acostumbrado a vivir rápido y cuando no lo percibe así, simplemente busca más. Más velocidad, más intensidad, más sabor a la propia existencia.
No muchas veces bien comprendidos, los treintañeros viven en medio de 2 grandes bloques generacionales, el de sus padres y el de sus hijos, lo que implica, paradójicamente, vivir entre una herencia de patrones rígidos y la flexibilidad y el menoscabo por muchos aspectos de la vida. He aquí algunas situaciones que aunque puedan sonar banales, son capaces de detonar los motores sensibles de un treintañero, en tanto que forman parte de su historia. La cual pareciera que ha transcurrido tan pero tan rápido.
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Las frases "ya no es como antes" y "como en mis tiempos", nos sorprenden cada vez más cuando hablamos.
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La universidad quedó al menos 10 años atrás y al referirnos a ella, preguntamos "¿te acuerdas…?".
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Que alguien convoque a un encuentro con los ex-compañeros de la preparatoria o la secundaria es algo muy probable, y más por Facebook.
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Uno mira fotos suyas o de sus amigos de aquella época y ahora sí le asombra "lo chamacos que se veían".
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Nunca falta "el vivo" o "la viva" que asegura estar visiblemente mejor que antes y más que sus ex-compañeros de escuela, y en efecto lo está.
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Recuperarse de una fiesta, reunión o noche bohemia ya no es cuestión de horas, sino de días completos.
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Muchas de nuestras canciones favoritas tienen más de 20 años y nos recuerdan situaciones que sentimos que apenas ocurrieron.
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De hecho, ya forman parte de la programación de las estaciones de antaño y son desconocidas para las nuevas generaciones, así tengan covers.
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Se tiene una colección de discos LP y cassettes, así como de videos en Beta y VHS, y películas compradas en los tianguis; y aunque se tiene la inquietud de reproducirlos, no se tienen las agujas de los tocadiscos o los limpia cabezas de las videocaseteras, y tampoco se sabe dónde conseguirlos.
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En casa se tiene una máquina de escribir, sino es que varias, de distintos modelos; y uno siente nostalgia de cuando hacía sus trabajos escolares, con todo y papel carbón y corrector.
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También se tiene una colección de aparatos como cámaras de rollo, juguetes de "fayuca", video juegos de cartucho, grabadoras, walkmans –incluso de diadema–, walkie talkies, teléfonos inalámbricos y celulares –de cordón y tamaño ladrillo–, y hasta beepers.
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Y una enciclopedia, un atlas y varios almanaques mundiales, bien puestos en el librero y sin abrir.
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Se es fan de caricaturas que comparadas con las de ahora, consideramos más constructivas y entrañables para los niños. ¿Qué nocivos podían ser, por ejemplo, el Coyote y el Correcaminos, Don Gato y su pandilla, los Súper Amigos, Candy Candy, Remi o Mazinger Z?
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Uno tiene más "achaques" y se ha vuelto más prudente con su salud, se cuida más y ya no se corren riesgos (o no tantos).
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Se ha considerado la opción de seguir alguna dieta, régimen nutricional o bien, someterse a un tratamiento estético; lo mismo mujeres que hombres.
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Uno rechaza cualquier cambio físico en su persona, sin embargo, un día se cae en la cuenta de que embarnecer nos sienta bien.
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Uno piensa y se comporta cada vez más como sus padres cuando tenían la misma edad.
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Entonces se suele justificar a los padres, sino es que se les compadece, por habernos criado como lo hicieron.
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Y uno se descubre más conservador de lo que se creía.
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Uno se sorprende de los quiebres emocionales que ha tenido, incluso se les llega a considerar “pequeñeces” en comparación con lo que ahora se puede resistir.
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Se está consciente de lo poco efectivo que resulta basar la estabilidad propia en otras personas, pero también se es consciente de que aún no se conoce otra forma de “resguardarla”; se trate de pareja(s), hijos, amigos o quien sea.
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Se simpatiza con la apertura y las nuevas formas de vida de la gente, pero no se está del todo seguro de poder asumirlas.
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Uno pretende ser más positivo.
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Y más comprensivo, consecuente, solidario, respetuoso y colaborativo, entre otros talantes.
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Y uno se enoja de no poder lograrlo, de seguirse enojando y de hacer rabietas por cada cosa con la que no se está de acuerdo.
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Al mismo tiempo, uno reconoce que tiene un lado “perverso” cada vez más curtido.
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Uno se empieza a volver necio, sino es que terco, y pese a saberlo, no se está dispuesto a ceder.
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También se empieza a ser quisquilloso, a adquirir manías y a caer en obsesiones con más frecuencia.
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Cuando menos se da cuenta, uno se adjudica el derecho de criticar por criticar, al fin y al cabo que uno “ya pagó su cuota”.
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Sale a flote la pregunta de por qué los padres no tratan con el mismo rigor que a uno, a los nietos (en caso de haberlos) o a aquellas personas que nos rodean. Y de algún modo, uno acaba "perdiendo".
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De tener hijos, uno descubre lo complejo –¡y lo caro! – que es criarlos "en esta época", y lucha por ser lo suficientemente estricto y lo suficientemente complaciente pese a cualquier crítica.
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Y en efecto, no existe una escuela para padres que garantice hijos perfectos, o al menos "como éramos nosotros".
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De estar separado(a) de la pareja, él o ella no puede ser mejor padre que uno.
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De no tener hijos, uno suele desvivirse por los sobrinos o los hijos de los amigos, quienes con frecuencia nos acusan de "echárselos a perder".
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Y de llegar a tener hijos, "las cosas serían muy distintas": nada de malcriarlos ni alejarse de ellos.
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La familia y los amigos no saben lo suficiente acerca de uno como para comprenderlo, apoyarlo y mucho menos justificar que lo estén criticando. Y al final nunca se les va a dar gusto.
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Aunque al principio era incómodo y hasta ofensivo en ciertas situaciones, ahora nos manejamos bien con el calificativo de señor o señora.
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Y pese a ser señores, nunca falta oportunidad de compararnos con un veinteañero y considerar que uno está físicamente mejor.
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Se considera que no existe estabilidad suficiente y que cada día surgen más cosas por resolver, en todos los aspectos.
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Y uno podría agregar muchas y muchas cosas más a esta lista, pero sólo se trata de 40.
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JAVIER CARLO. Maestro en Administración de Tecnologías de Información por parte del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México, y Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del ITESM; cuenta con estudios sobre publicidad, desarrollo de proyectos, psicología social y antropología de las organizaciones.
Estratega en comunicación y catedrático. Su experiencia profesional abarca el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales; así como el diseño de programas educativos a nivel superior y la docencia.
Actualmente es colaborador del Tecnológico de Monterrey, coordinador editorial del boletín 'Perspectiva de Género en el Turismo', de la Secretaría de Turismo (México), y gestor de proyectos de comunicación.
Contacto:
http://cafeycatedra.blogspot.mx/
jcarlomena@gmail.com
facebook: Javier Carlo
twitter: @javocarlo
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